ADVIENTO, en éste nuevo tiempo litúrgico nos puede animar el siguiente
texto.
Nuestro mayor miedo no es que no encajemos. Nuestro mayor miedo es que
tenemos una fuerza desmesurada. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que
más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo. No hay nada inteligente en
encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos
deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos sino de todos.
Y al dejar brillar nuestra propia luz inconscientemente damos permiso a otros
para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo nuestra presencia
libera automáticamente a otros…
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