Poco a poco nos vamos acercando al tiempo de la cuaresma, como espacio
de preparación, sanación, en éste gran misterio que es nuestra
vida...cada uno de nosotros.
curación.....para poder ser invadidos por esa gran
luz el domingo de Pascua, estas semanas hemos circulado por unos caminos que
ahora nos hacen meternos en otros, a lo mejor más escabrosos, a lo mejor mas
llanos.......cada uno el suyo, pero sabiendo que no estamos solos, alguien nos
va guiando en el camino. Entremos con las fuerzas que tenemos,
RENUNCIA Y ABANDONO
Es la virtud por la cual se comprende que en realidad no hay ningún
lugar a donde ir, ninguna pelea que ganar, ninguna meta que alcanzar, ni
ninguna tarea que cumplir. Su aprendizaje requiere asumir la perplejidad que
implica el empezar a percibir la Vida desde la sencillez que no es capaz de
diferenciar qué es el “hacer”, qué es el “estar” y qué es el “ser”.
Se considera la renuncia y el abandono como cosa de frailes, monjas,
yoguis o personas especiales que viven en cuevas, pero no es la mejor forma de
entenderla. La renunciación significa renunciar a las aspiraciones del “ego”, y
de esta forma no dejar que se alimente, que prospere. Al ego le gusta que
constantemente se le alimente y se le reafirme; cuando se le obliga a estar
quieto y a no hacer nada realmente interesante, protesta exaltadamente y trata
de burlar la situación encontrando algo que lo siga apoyando, tal como hablar,
leer, soñar despierto, lo que sea para continuar apoyándose. Mientras no
renunciemos a esas tendencias, la vida espiritual que intentamos no saldrá
bien.
La renunciación es parte de cualquier camino espiritual; significa
abandonar la idea de quiénes somos, de lo que queremos ser y de lo que queremos
hacer; ésas son identificaciones del “ego” que constantemente “nos” reafirman y
que van en la dirección errónea. Aquello que pensamos poseer –“mi casa”, mi
“marido”, “mi” trabajo, “mis “ amigos, etc.- hace que el “yo” se sienta más
seguro porque forma un sistema de soporte, le da una estabilidad ilusoria. No
obstante, ninguna persona o posesión es permanente, todas están constantemente
a punto de desaparecer.
Llegar a ser algo o alguien, incluso una persona consciente, es una
afirmación del ego. En vez de ser exactamente ahora y estar totalmente atentos
a lo que realmente somos, queremos llegar a ser, que es futuro; y el futuro no
existe, sólo es una imaginación de la mente. Pero ser exactamente ahora es algo
que podemos hacer empleando toda nuestra consciencia. Llegar a ser algo que en
realidad no se es –un santo, un jefe, famoso, rico, etc.- hace más grande al
ego; es esperar y desear, son ensueños. Llegar a ser no es útil, ser lo es; se
puede ser consciente de ser, pero no se puede ser consciente de lo que se va a
ser.
Como parte del proceso de abandono podemos renunciar a nuestras
posesiones, identificaciones y deseo de llegar a ser. Debemos abandonar el
pensamiento, la espera, el juicio, la imaginación, el deseo y el confort. Si
queremos ser conscientes debemos abandonar, pero esto no significa que tengamos
que deshacernos de nuestras posesiones o de nuestras familias, significa que
debemos deshacernos de nuestra identificación con ellas
La renunciación puede tener distintas formas; puede ser
autodisciplina, como levantarnos un poco antes de lo acostumbrado, renunciando
a la inclinación de estar más cómodos. La renunciación puede tomar la forma de
no comer siempre que lo deseemos, sino esperar que tengamos realmente hambre.
Cuando lleguemos al final de nuestras vidas deberemos renunciar a todo; ni
siquiera poseemos en realidad a este cuerpo que llamamos “yo”. Más nos valdría
aprender algo acerca de la Vida y de la muerte antes de que ésta llegue. Por
esto el momento de la muerte es a menudo tan conflictivo. Algunas personas
mueren pacíficamente, pero otras muchas no lo hacen así porque no están
dispuestas a renunciar a todo. En toda su vida quizás no habían concedido ni un
solo pensamiento a la espiritualidad.
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