PENTECOSTÉS Y LOS 7 DONES PARA 2016
Jn 20,19-23
La fiesta de hoy es una buena ocasión para acercarnos al misterio del
Espíritu a través de imágenes que tienen mucha relación con nuestras
experiencias vitales.
¿Qué sentimos cuando parece que nos ahogamos, porque nos falta aire, y
de repente podemos respirar aire fresco a pleno pulmón? ¿Y cuando tenemos mucha
sed y alguien nos da agua? ¿O cuando estamos muy cansados y alguien se acerca
para ayudarnos y animarnos? ¿Qué sentimos cuando una persona está a nuestro
lado y nos ayuda cuando estamos enfermos
o tenemos miedo?
Esta fiesta se asocia a los siete dones del Espíritu, número que
representa la perfección, el conjunto de dones que nos ofrece Dios. Recordamos
que son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor
de Dios. Así los enumera el texto de Isaías 11,2-3. San Pablo añade otros
dones: sanar a los enfermos, hacer milagros, profetizar, discernir espíritus,
hablar en lenguas e interpretarlas (1ª Corintios 12, 8-10)
¿Qué dones necesitamos en 2016? Viendo la situación de la humanidad y
de la Iglesia podemos hacer una lista interminable, vamos a enumerar 7 que son
urgentes:
· El don de creer cada día que es posible reconstruir la humanidad con
las claves de la dignidad, la igualdad y el respeto de los derechos humanos. Y
obrar en consecuencia.
· El don de vivir en nuestro centro, en esa zona virgen en la que
somos y nos descubrimos hijos e hijas amados por Dios.
· El don de explicar el evangelio y predicar con una palabra “ungida”,
que nace en las entrañas y se expresa a través del lenguaje corporal. Una
palabra valiente, audaz y misericordiosa.
· El don de ser misericordia, que nos convierte en iconos del Abbá y
es mucho más que hacer obras de
misericordia.
· El don de vivir intensamente el momento presente, con sus luces y sombras, su alegría y su
dolor, como una bendición.
· El don de atravesar nuestros miedos sin quedarnos paralizados por
ellos.
· El don de reconocer a la muerte como hermana y compañera de camino,
y aprender con la sabiduría que nos ofrece.
Celebrar Pentecostés no es recordar una experiencia de hace dos mil
años, no es una fiesta para mirar al pasado sino para tomar conciencia de que
nuestra vida puede cambiar tan profundamente como cambió la de aquel grupo de
hombres y mujeres. La ruah está presente en nuestra vida, nos re-crea
constantemente, re-crea las comunidades y la Iglesia. ¿Nos lo creemos? Si es
así ¿qué celebraremos hoy y cómo lo celebramos?
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